Entre los escasos clientes de la tienda, está Matilde, que se deja ver por allí a menudo, pues es una gran entusiasta de los libros interesantes y poco conocidos. La chica es una skater (casi siempre con su monopatín a cuestas), más joven que Teresa, y a pesar de sus intentos por acercarse a ella, por ser su amiga, lo tiene difícil, ya que la dueña de la librería es una mujer solitaria, algo hermética y huraña.
Una noche, tras cerrar la tienda, después de despachar a la joven Matilde y quitársela de encima, Teresa se interna en el bosque vestida con su habitual indumentaria de bruja, dejando atrás la ciudad. Una ciudad en la que desde hace algún tiempo llevan desapareciendo chicas misteriosamente. Corre por ahí cierta leyenda urbana de que, al caer la noche, un fantasma voraz vaga sin rumbo por sus callejuelas, un espíritu que no deja de llorar, cuyo lamento hay que evitar a toda costa si uno no quiere caer atrapado.
Una vez en el bosque, saca un libro prohibido e invoca a un demonio. Pero este (o mejor dicho, esta) no es cómo Teresa se imaginaba, pues a quien invoca es a Laura, un demonio otaku.
Este demonio invocado es capaz de conceder cualquier deseo. Pero cuando así se lo comunica a Teresa, por desgracia esta no sabe qué pedir. De modo que, sin un deseo que conceder, Laura se ve obligada a permanecer en este presente. Y acaba quedándose en casa de Teresa.
Laura es descarada, no se calla lo que piensa, es curiosa y observadora, y, a través de Matilde, con la que también empieza a hacer migas, se pone al día de lo que acontece en este tiempo y en concreto esta ciudad.
Mientras Teresa piensa qué deseo pedir, los días van pasando y empieza a abrirse un poco con Laura, a quitarse esa coraza que parece ponerse para los demás, a sincerarse, a compartir pensamientos personales y, por qué no, también borracheras.
Estamos ante la segunda parte de la trilogía Las tres noches (tenéis la reseña de la primera aquí), aunque se puede leer de forma independiente porque el nexo con The black holes es casi inexistente, apenas unos guiños muy sutiles. Respecto a la anterior, esta segunda historia me ha gustado más, pero sigue sin volverme loco. Se deja leer, tiene elementos atrayentes y es muy agradable, pero ya está. Mi recomendación va con reservas, solo si os llama la atención y teniendo en cuenta que, aunque a mí no me encantó, me consta que a mucha gente sí.




















































