Título: La última ciudad del mundo
Autor: Héctor Espadas López-Tello
Páginas: 335
Año de edición: 2020
Opinión personal
Como sabéis, siempre me ha costado acercarme a la ciencia ficción, me tiene que llamar mucho el libro en cuestión. De todas formas, mis contadas incursiones en el género me han traído gratas sorpresas; como es el caso del libro que hoy os traigo, que, ya de entrada, lo primero que me llamó la atención es que transcurría en mi tierra, solo que en un futuro lejano.
Antes de hablaros de él, quiero decir que ya la dedicatoria, al abrir la primera página, me conmovió:
"A Chucky, el mejor gato amigo del mundo. No pude terminar de leerte esta novela."
Un pequeño detalle que me hizo entrever que su autor es sensible, amante de los animales y en especial de los gatos (como yo), así que por ahí empezamos bien. ^^
La historia se ambienta en un futuro postapocalíptico en el cual, tras la última Gran Guerra (cuando los humanos terminan de devastar el planeta por culpa de sus estúpidas y continuas diferencias), solo una única ciudad sigue en pie: Neobética, ubicada en el valle del Guadalquivir.
La gente parece haber involucionado (mentalmente, al menos), pues ahora todo lo rige una fuerte corriente religiosa, y los ciudadanos viven sometidos a estrictas normas dentro de la ciudad. Fuera de sus muros solo queda radiación, insalubridad y peligros que muy pocos conocen.
En este marco tan adverso conocemos a Yago, un joven patrullero que se dedica a supervisar torres de antena a kilómetros de la ciudad, en el exterior, adonde muy pocos se atreven a ir por temor a carroñeros y criaturas mutadas por el hostil entorno. Una profesión que se está perdiendo, pues cada vez quedan menos patrulleros.
Y al volante de su vehículo (en el que pasa largos días de aquí para allá, equipado con todas las prestaciones posibles para que resulte habitable), lo acompaña Iris, una inteligencia artificial con la que comparte confidencias, conversa y hasta discute en ocasiones, que llena un poco su solitaria rutina.
"Aunque sintética, era una molécula de ADN donde, además de su complejo algoritmo, había guardado todo el conocimiento del hombre. Quizás una vida artificial, pero una vida al fin y al cabo. Aunque en algún momento pensó que su inmortalidad podría causarle un infinito sufrimiento cuando se quedara sola, no fue capaz de configurarla para que se apagara definitivamente en una fecha concreta. Tampoco quiso capacitarla para desconectarse a sí misma, ya que pensó que un berrinche o una pequeña depresión podrían inducirla a un suicidio prematuro."
Las veces que Yago regresa a la ciudad, en esos pocos días que transcurre dentro de sus muros se ve con Berta, una mujer con la que se siente a gusto. Ambos se desean, pero sus encuentros siempre son a escondidas, pues bajo este yugo dogmático que gobierna la sociedad actual (atrás quedaron el antiguo ateísmo y el libre albedrio) todo lo que está fuera del matrimonio es censurable.
Berta (que por cierto es operadora de radio) sueña con, algún día, escapar lejos, y su mirada a menudo está puesta en las estrellas. El planeta empieza a marchitarse, y la mujer se dice a sí misma que alguna oportunidad tiene que haber allá arriba para ella.
Por otro lado, en el pasado Yago tuvo un amor de juventud llamado Olivia, una chica curiosa y aventurera que, por circunstancias de la vida, tuvo que dejar atrás, al verse obligado a abandonar las ruinas de Nueva Gades. Con el tiempo aprende a olvidarla, pero... ¿qué habrá sido de ella?
No quiero contaros más, pero en la historia irán apareciendo más y más personajes, como un padre y un hijo árabes, únicos tripulantes de una nave que orbita desde hace una eternidad alrededor del planeta (este binomio me resultó de lo más curioso), o una misteriosa mujer de otra galaxia que desciende a la Tierra con fines que desconocemos, o un insólito ser mitad perro, mitad ciborg que sobrevive como puede en este mundo salvaje, y otros tantos personajes que, en mayor o menor medida, tienen su protagonismo.
Mientras me adentraba en esta novela con aires a
Mad Max, al principio no entendía adónde me quería llevar la historia (una historia que comienza con una letal lluvia ácida), cada vez con más personajes y subtramas, pero no me importaba, pues el paseo fue todo un disfrute. Poco a poco los distintos caminos parecen ir confluyendo en uno solo y el azaroso devenir de los distintos protagonistas va cobrando sentido.
A pesar de ser de corte futurista, el ambiente es muy cercano y bien reconocible, pues el estilo del autor es sencillo pero con una prosa cuidada y elegante, lo que se agradece, porque consigue que te zambullas en la historia con suma facilidad.
El final, aunque tiene cierto punto agridulce, reconozco que es el idóneo, no podía acabar de otra forma. Me dejó con ganas de más, sí, pero en el buen sentido.
Si, como yo, sois de los que os cuesta acercaros a la ciencia-ficción, os recomiendo que le deis una oportunidad. Si, por el contrario, sois asiduos al género, no podéis perderos esta interesante novela que te hace desconectar y meterte de lleno entre sus distintas tramas ya desde las primeras páginas.
Por cierto (si no lo digo, reviento), Héctor tiene una sección en su web llamada "Cuentos insólitos" que, si os pasáis, veréis que merece mucho la pena. En ella recoge relatos cortitos suyos que son verdaderas joyas. Podéis acceder a ellos pinchando
aquí.