Autor: Charles Dickens
Páginas: 771
Año de edición: 2011
Género: Clásicos de la literatura
Opinión personal
Muy buenas!! ¿Cómo va ese verano? Después de un par de semanas de desconexión, volvemos a la carga.
El libro que hoy os traigo ha sido mi estreno con Dickens (un autor al que le tenía ganas desde hace mucho), y lo cierto es que me ha provocado diversas sensaciones, tanto malas como buenas, así que es complicado de reseñar. Por lo pronto, os cuento un poquito de qué va.
La historia nos presenta a Pip (el protagonista indiscutible, pues se dirige en todo momento a nosotros en primera persona), un huérfano de 7 años que es criado por su hermana mayor y su cuñado en un entorno paupérrimo. La hermana, que por edad casi podría ser su madre, es una mujer brutal e imposible, siempre descargando su ira con el niño y avergonzándose de estar casada con un miserable herrero. Joe, el marido de su hermana, es a menudo el único consuelo de Pip, su amigo y confidente.
Tras diversos incidentes (que no contaré para no desvelar demasiado), dos años después nuestro protagonista es mandado a la Casa Satis, una destartalada mansión a la que casi nadie tiene acceso, cuya dueña, la Señorita Havisham, se oculta del mundo tras sus muros, una rica solterona, excéntrica y atormentada por sus propios recuerdos, que desea la compañía de un chico para entretenerse.
Para la estrafalaria y caprichosa mujer, vestida con un traje de novia como único atuendo y con las cortinas echadas como si siempre fuera de noche, Pip no es más que una distracción pasajera, un nuevo pasatiempo con el que llenar las horas. Pero además de la Señorita Havisham, el niño conoce a Estella, la ahijada de esta, que es más o menos de la edad de Pip, de la que cae perdidamente enamorado. Estella, cruel y arrogante, se mofa de él siempre que tiene ocasión, ridiculizándolo, remarcando las diferencias de clase social que los separan a una y otro. Aunque su personalidad ha sido forjada así adrede, pues desde su más tierna edad es educada para que, cuando sea mayor, arrebate el corazón de los hombres, para luego pisotearlo.
Es así como Pip empieza a ir a la mansión Satis, una o dos veces por semana, y cada vez que regresa viene más cambiado, pues ya no quiere ser un simple aprendiz de herrero, como antes deseaba. Cuanto más se roza con esas nuevas compañías (ese mundo sofisticado y vanidoso que no es el suyo), menos tiene claro sus expectativas de futuro. Por lo pronto, ahora quiere aprender en la escuela lo máximo que pueda, volverse refinado. Con la ayuda de la dulce Biddy, una muchacha unos años mayor que él que de vez en cuando sustituye a la maestra local en clase, aprende a leer y a escribir.
Unos años después, al cumplir el chico los 21 años, un golpe de suerte le sobreviene para sorpresa de todos, recibiendo una gran fortuna. Un enigmático benefactor manda a un afamado abogado el encargo de ponerse en contacto con el muchacho, para que lo mande a Londres, donde está previsto que se convierta en un noble caballero.
Lleno de preguntas sin respuesta y un sinfín de inseguridades, pero a su vez ilusionado, Pip se despide de los suyos y parte de viaje hacia esta nueva vida.
De 771 páginas que tiene el libro, este momento no ocurre hasta pasadas las 200 páginas, por lo que deberéis armaros de paciencia si queréis descubrir qué ocurre con nuestro protagonista de ahora en adelante.
A partir de este nuevo bloque, el cambio de aires se nota, entran nuevos personajes en escena (algunos a los que coges cariño, como Herbert, con quien comparte piso, o John Wemmick, el ayudante del bogado) nuevas tramas, y nuevos interrogantes; el mayor de todos, la identidad de este misterioso benefactor que, puntualmente cada mes, le hace llegar a Pip una cuantiosa asignación para gastar en lo que el chico estime oportuno. Según le comentó al principio el Sr. Jaggers, el abogado (este personaje es otro de esos que tiene bastante miga en la historia), una de las cláusulas del acuerdo al que llegaron si quería seguir manteniendo esta vida de lujos, es que nunca bajo ninguna circunstancia podía preguntar por la identidad de su cliente, el benefactor tras las sombras.
Por supuesto, los reencuentros con el pasado son fundamentales en esta historia, creando situaciones muy dispares y sorprendentes.
Bueno, no sé cómo serán los otros libros de Dickens, pero este en concreto es para entregarse por completo al placer de leer por leer, sin prisas, sin que haya grandes sobresaltos cada pocas páginas. ¿Por qué digo esto? Pues porque el autor se toma su tiempo en contar con minuciosidad los diferentes aspectos de la personalidad de un amplio desfile de personajes, a cual más estrambótico. A pesar de la gran cantidad de secundarios, todos son más o menos reconocibles (tanto, que a veces parecen caricaturas), así que por ahí bien, no hay motivos para perderse.
Pero debo reconocer que el estilo de Dickens en ocasiones me ha sobrepasado, pues si bien a veces era fluido y coherente dentro de ese barroquismo narrativo, otras en cambio resultaba enredoso y rebuscado, hasta el punto de tener que leer varias veces largos párrafos para entender lo que me quería decir, ya que se enrollaba con detalles superfluos y ramificaciones exageradas de datos que enseguida me sacaban del texto. Pero no es eso lo que peor he llevado, sino la personalidad de ciertos personajes.
Si, por poner un ejemplo, Estella me cayó mal, despiadada y cruel con nuestro protagonista, peor me cae Pip en algunos momentos, servil y amoroso como un perro con quien no lo merece, y desagradecido con quien más lo apoyó desde que era niño, avergonzándose del torpe pero de buen corazón Joe, y en general de casi todo lo que pertenezca a sus raíces. Al final, por cosas que pasan, nuestro protagonista se redime de algún modo, pero sin duda lo que más extraigo de esta historia es que la juventud, muchas veces, es estúpida e ingrata.
Es extraño, no sé cómo expresar lo que he sentido con Grandes esperanzas, porque al mismo tiempo que se me ha hecho muy pesado (hasta el punto de que en ocasiones me llegó a importar bien poco lo que le sucediese a sus personajes) y he tardado meses en leerlo, por otro lado, al terminarlo, no me arrepiento de su lectura. Es más, hasta me ha gustado, pues sus personajes de algún modo quedarán para siempre en el recuerdo. No creo que lea a Dickens en una larga temporada, pero de que repetiré con él no me cabe la menor duda. Tal vez con Canción de Navidad o algún otro. ¿Qué títulos me recomendaríais?
Vi la película este finde pasado, aunque solo fuera para comparar y ponerles cara a esos personajes que durante tanto tiempo me han acompañado (la adaptación de 2012, la más reciente si no estoy equivocado, pues al ser una de las obras más importantes del autor, ha sido adaptada al cine y al teatro cientos de veces).
Al comprimir tantas páginas en apenas dos horas, como es natural me pareció que todo sucedía muy rápido. Algunas tramas y personajes directamente ni aparecen (también es comprensible). Y luego los personajes principales me pareció que tienen como un barniz de benevolencia, en el libro son todos más mezquinos y ruines. A pesar de todo, me resultó una adaptación aceptable y, dentro de lo que cabe, fiel.
El libro que hoy os traigo ha sido mi estreno con Dickens (un autor al que le tenía ganas desde hace mucho), y lo cierto es que me ha provocado diversas sensaciones, tanto malas como buenas, así que es complicado de reseñar. Por lo pronto, os cuento un poquito de qué va.
La historia nos presenta a Pip (el protagonista indiscutible, pues se dirige en todo momento a nosotros en primera persona), un huérfano de 7 años que es criado por su hermana mayor y su cuñado en un entorno paupérrimo. La hermana, que por edad casi podría ser su madre, es una mujer brutal e imposible, siempre descargando su ira con el niño y avergonzándose de estar casada con un miserable herrero. Joe, el marido de su hermana, es a menudo el único consuelo de Pip, su amigo y confidente.
Tras diversos incidentes (que no contaré para no desvelar demasiado), dos años después nuestro protagonista es mandado a la Casa Satis, una destartalada mansión a la que casi nadie tiene acceso, cuya dueña, la Señorita Havisham, se oculta del mundo tras sus muros, una rica solterona, excéntrica y atormentada por sus propios recuerdos, que desea la compañía de un chico para entretenerse.
Para la estrafalaria y caprichosa mujer, vestida con un traje de novia como único atuendo y con las cortinas echadas como si siempre fuera de noche, Pip no es más que una distracción pasajera, un nuevo pasatiempo con el que llenar las horas. Pero además de la Señorita Havisham, el niño conoce a Estella, la ahijada de esta, que es más o menos de la edad de Pip, de la que cae perdidamente enamorado. Estella, cruel y arrogante, se mofa de él siempre que tiene ocasión, ridiculizándolo, remarcando las diferencias de clase social que los separan a una y otro. Aunque su personalidad ha sido forjada así adrede, pues desde su más tierna edad es educada para que, cuando sea mayor, arrebate el corazón de los hombres, para luego pisotearlo.
Es así como Pip empieza a ir a la mansión Satis, una o dos veces por semana, y cada vez que regresa viene más cambiado, pues ya no quiere ser un simple aprendiz de herrero, como antes deseaba. Cuanto más se roza con esas nuevas compañías (ese mundo sofisticado y vanidoso que no es el suyo), menos tiene claro sus expectativas de futuro. Por lo pronto, ahora quiere aprender en la escuela lo máximo que pueda, volverse refinado. Con la ayuda de la dulce Biddy, una muchacha unos años mayor que él que de vez en cuando sustituye a la maestra local en clase, aprende a leer y a escribir.
Unos años después, al cumplir el chico los 21 años, un golpe de suerte le sobreviene para sorpresa de todos, recibiendo una gran fortuna. Un enigmático benefactor manda a un afamado abogado el encargo de ponerse en contacto con el muchacho, para que lo mande a Londres, donde está previsto que se convierta en un noble caballero.
Lleno de preguntas sin respuesta y un sinfín de inseguridades, pero a su vez ilusionado, Pip se despide de los suyos y parte de viaje hacia esta nueva vida.
De 771 páginas que tiene el libro, este momento no ocurre hasta pasadas las 200 páginas, por lo que deberéis armaros de paciencia si queréis descubrir qué ocurre con nuestro protagonista de ahora en adelante.
A partir de este nuevo bloque, el cambio de aires se nota, entran nuevos personajes en escena (algunos a los que coges cariño, como Herbert, con quien comparte piso, o John Wemmick, el ayudante del bogado) nuevas tramas, y nuevos interrogantes; el mayor de todos, la identidad de este misterioso benefactor que, puntualmente cada mes, le hace llegar a Pip una cuantiosa asignación para gastar en lo que el chico estime oportuno. Según le comentó al principio el Sr. Jaggers, el abogado (este personaje es otro de esos que tiene bastante miga en la historia), una de las cláusulas del acuerdo al que llegaron si quería seguir manteniendo esta vida de lujos, es que nunca bajo ninguna circunstancia podía preguntar por la identidad de su cliente, el benefactor tras las sombras.
Por supuesto, los reencuentros con el pasado son fundamentales en esta historia, creando situaciones muy dispares y sorprendentes.
Bueno, no sé cómo serán los otros libros de Dickens, pero este en concreto es para entregarse por completo al placer de leer por leer, sin prisas, sin que haya grandes sobresaltos cada pocas páginas. ¿Por qué digo esto? Pues porque el autor se toma su tiempo en contar con minuciosidad los diferentes aspectos de la personalidad de un amplio desfile de personajes, a cual más estrambótico. A pesar de la gran cantidad de secundarios, todos son más o menos reconocibles (tanto, que a veces parecen caricaturas), así que por ahí bien, no hay motivos para perderse.
Pero debo reconocer que el estilo de Dickens en ocasiones me ha sobrepasado, pues si bien a veces era fluido y coherente dentro de ese barroquismo narrativo, otras en cambio resultaba enredoso y rebuscado, hasta el punto de tener que leer varias veces largos párrafos para entender lo que me quería decir, ya que se enrollaba con detalles superfluos y ramificaciones exageradas de datos que enseguida me sacaban del texto. Pero no es eso lo que peor he llevado, sino la personalidad de ciertos personajes.
Si, por poner un ejemplo, Estella me cayó mal, despiadada y cruel con nuestro protagonista, peor me cae Pip en algunos momentos, servil y amoroso como un perro con quien no lo merece, y desagradecido con quien más lo apoyó desde que era niño, avergonzándose del torpe pero de buen corazón Joe, y en general de casi todo lo que pertenezca a sus raíces. Al final, por cosas que pasan, nuestro protagonista se redime de algún modo, pero sin duda lo que más extraigo de esta historia es que la juventud, muchas veces, es estúpida e ingrata.
Es extraño, no sé cómo expresar lo que he sentido con Grandes esperanzas, porque al mismo tiempo que se me ha hecho muy pesado (hasta el punto de que en ocasiones me llegó a importar bien poco lo que le sucediese a sus personajes) y he tardado meses en leerlo, por otro lado, al terminarlo, no me arrepiento de su lectura. Es más, hasta me ha gustado, pues sus personajes de algún modo quedarán para siempre en el recuerdo. No creo que lea a Dickens en una larga temporada, pero de que repetiré con él no me cabe la menor duda. Tal vez con Canción de Navidad o algún otro. ¿Qué títulos me recomendaríais?
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Vi la película este finde pasado, aunque solo fuera para comparar y ponerles cara a esos personajes que durante tanto tiempo me han acompañado (la adaptación de 2012, la más reciente si no estoy equivocado, pues al ser una de las obras más importantes del autor, ha sido adaptada al cine y al teatro cientos de veces).
Al comprimir tantas páginas en apenas dos horas, como es natural me pareció que todo sucedía muy rápido. Algunas tramas y personajes directamente ni aparecen (también es comprensible). Y luego los personajes principales me pareció que tienen como un barniz de benevolencia, en el libro son todos más mezquinos y ruines. A pesar de todo, me resultó una adaptación aceptable y, dentro de lo que cabe, fiel.