Título: The Florida Project
Director: Sean Baker
País: Estados Unidos
País: Estados Unidos
Año: 2017
Género: Drama
Opinión personal
La película que hoy os traigo es cine independiente, y en este caso concreto, CINE con letras mayúsculas. Había leído buenas críticas, pero más allá de eso la vi sin tener ni idea de qué iba, como mejor se disfruta de la experiencia.
En un motel cuya fachada está pintada de rosa viven unos niños. Es verano y, sin la supervisión de ningún adulto, estos se pasan el día de aquí para allá haciendo travesuras, molestando a quienes se cruzan con ellos, vagabundeando por casas abandonadas de los alrededores, merodeando la orilla de algún pantano y exponiéndose a peligros de los que ellos son ajenos.
Monee, la niña en quien se centra la historia, tiene seis años, y vive entre el mundo imaginario que crea junto con sus amigos, y la sórdida realidad del mundo de los adultos, pues ningún niño debería tener una infancia tan podrida.
Su madre es Halley, una chica de 22 años que es un desastre andante. Madre soltera y sin apenas recursos, es el ejemplo de mujer que bajo ninguna circunstancia debería haberse quedado preñada. Cada día manda a la niña a recoger comida de un bar de comida basura cercano, donde trabaja una amiga de camarera (también madre soltera). Tienen un trato: ella cuida de su hijo mientras trabaja (uno de los amiguitos de Monee), y esta les da comida gratis, que pasan a recoger los niños cada mañana por la puerta de atrás. Pero la triste realidad es que los críos se pasan el día solos, salvo en momentos puntuales.
Monee y su madre viven en una habitación de motel, sin obligaciones ni nada que hacer durante el día. El típico motel junto a una carretera donde la mayoría está de paso, sin un hogar fijo.
Pero en esta historia también tenemos a Bobby, el gerente del motel. A menudo tiene que estar sacando a los niños de líos, o peor aún, sufriendo sus gamberradas. Sin embargo, la paciencia tiene un límite, y en más de una ocasión discute con la madre de Monee, echándole en cara que tendría que estar más pendiente de su hija y no dejar que se pase todo el tiempo por ahí sola, pues el día menos pensado ocurrirá una desgracia.
Este hombre (interpretado por un Willem Dafoe soberbio) se pasa el día resolviendo problemas, llevando las labores de mantenimiento cuando algo se estropea, mediando entre disputas domésticas de sus propios inquilinos, y a menudo haciéndose cargo de funciones que ni le corresponden. Bobby es un buen tipo, alguien con corazón, que ayuda a los demás dentro de sus posibilidades, pero también que mira por su negocio, que al fin y al cabo es su pan. Al final de su jornada acaba agotado, satisfecho de haber resulto problemas, pero cada vez más cansado.
Cada final de mes suele tener sus más y sus menos con Halley, que siempre se retrasa en el pago del alquiler y cada vez está peor; la vida de esta joven madre es muy caótica. Para poder pagar el alquiler de la habitación y mantener a su hija a veces recurre al pillaje, timando a los turistas y los pobres incautos que se cruzan en su camino. Y en este tipo de chanchullos se lleva a Monee, que desde su visión infantil se lo toma todo como una especie de juego. Pero, como no puede ser de otra manera, poco a poco las cosas se van torciendo y la realidad se va tornando más sórdida si cabe.
La película nos muestra la cara menos amable de esa gente que vive al límite, subsistiendo como pueden en un precario equilibrio. Y en este caso en concreto, la de Monee y su madre, una de las tantas familias en crisis que habitan este apartado motel de fachada rosa venido a menos, muy próximo a Disneyworld, "el lugar más feliz del planeta". Una zona llena de gente que está de paso, de turistas, y también de algún que otro desaprensivo.
Con esta película me llevo dos cosas (en realidad muchas, pero sobre todo dos):
-Por un lado Monee. Quédense con la cara de esta actriz, porque de mayor dará que hablar. Siendo tan pequeña, le imprime tal realismo... Puede que la mejor interpretación infantil que he visto hasta la fecha.
-Por el otro está Bobby. Alguien que te gana enseguida, un tipo corriente que lucha con su estresante día a día, como cualquiera, pero con un corazón inmenso. Y aunque es un personaje secundario, es el mejor Willem Dafoe que he visto hasta el momento.
Esta multipremiada película es muy humana (en todas sus ramificaciones), realista, sórdida, pero no se apoya en el drama ni bebe de la tristeza, pues por el contrario es muy luminosa y vitalista (desde los ojos de una niña de seis años), que es una de las cosas que más me han gustado. Y dentro de su crudeza, es hasta hermosa.
En resumidas cuentas, una jodida obra maestra, y de lo mejorcito que he visto este año.