Autor: Paul Auster
Páginas: 310
Año de edición: 2002
Género: Narrativa
La historia de cómo este libro llegó a mí digamos que fue regida por motivos del azar, como la propia historia que en él se cuenta.
Un día, un amigo bastante peculiar que a todos sitios adonde va es siempre con algún libro encima, me lo regaló. Así, por las buenas. Le pregunté por qué, a lo que me respondió que era porque lo tenía repetido (le tocaría con alguna colección del periódico o qué sé yo). Me lo traje a casa, lo miré por encima con cara de pocos amigos y eso fue todo. La portada era horrenda y encima de pasta dura (también lo hay en bolsillo, pero a caballo regalado...). No había oído hablar del autor en mi vida, así que como no me tentaba nada lo dejé por ahí.
Tiempo después, un buen día, habiéndome olvidado ya de él, y con el dilema de elegir un nuevo libro tras terminar uno, no sé por qué, mis ojos toparon con este en la estantería y me quedé mirándolo. Y fue como (vais a pensar que estoy loco)... como si por un momento los dos nos mirásemos. Y un impulso extraño me hizo agarrarlo y leer la primera página.
El resto ya es historia.
Hoy por hoy es uno de mis escritores favoritos (pocos ostentan ese dudoso privilegio, pues podrían contarse con los dedos de una mano).
Pero más allá de esto, este libro me sirvió para aprender una lección de oro: nunca juzgues un libro por su portada. Ley no escrita que podría aplicarse a las propias personas o tantas y tantas cosas en esta vida.
Un día, un amigo bastante peculiar que a todos sitios adonde va es siempre con algún libro encima, me lo regaló. Así, por las buenas. Le pregunté por qué, a lo que me respondió que era porque lo tenía repetido (le tocaría con alguna colección del periódico o qué sé yo). Me lo traje a casa, lo miré por encima con cara de pocos amigos y eso fue todo. La portada era horrenda y encima de pasta dura (también lo hay en bolsillo, pero a caballo regalado...). No había oído hablar del autor en mi vida, así que como no me tentaba nada lo dejé por ahí.
Tiempo después, un buen día, habiéndome olvidado ya de él, y con el dilema de elegir un nuevo libro tras terminar uno, no sé por qué, mis ojos toparon con este en la estantería y me quedé mirándolo. Y fue como (vais a pensar que estoy loco)... como si por un momento los dos nos mirásemos. Y un impulso extraño me hizo agarrarlo y leer la primera página.
El resto ya es historia.
Hoy por hoy es uno de mis escritores favoritos (pocos ostentan ese dudoso privilegio, pues podrían contarse con los dedos de una mano).
Pero más allá de esto, este libro me sirvió para aprender una lección de oro: nunca juzgues un libro por su portada. Ley no escrita que podría aplicarse a las propias personas o tantas y tantas cosas en esta vida.
Opinión personal
La historia nos habla de Marc Fogg, hijo de padre desconocido, que tras la muerte de su madre a muy temprana edad, es recogido por su tío (músico de vocación), quien lo cría.
Años después, ya más mayor, y tras la muerte de su tío y única familia, por esos días va a la universidad; hasta que la falta de recursos lo obliga a abandonar la carrera que está estudiando.
Cuando se muda a un apartamento en Nueva York, vacío por completo, sin muebles, lo único que posee es una montaña de libros, la única herencia de su tío. Me hizo mucha gracia cómo decora el sitio: amontonando libros para construir muebles, como su propia cama. Sin otra cosa que hacer, se dedica a ir leyéndolos uno a uno.
Llegado un punto toma una insólita decisión: la de dejarse llevar por los vientos del azar, y en vez de pensar seriamente en su futuro, lo deja estar, "Lo que sea que esté para mí ya vendrá solo". ¿Comprendéis?
Cuando no tiene con qué pagar el alquiler, empieza a vender libros al peso (los ya leídos) y con lo poco que le dan en una librería de libros de segunda mano paga los gastos. Poco a poco los muebles-libro van desapareciendo, hasta que un buen día se queda con el apartamento vacío y, sin ninguna posesión, con tan solo la ropa puesta, abandona el que hasta el momento ha sido su hogar temporal. Sale a la calle y mira a un lado y a otro, sin saber qué dirección tomar o qué hacer a partir de entonces.
¿Qué pasa a partir de este momento? Tendréis que haceros con este libro para saberlo, siento haber contado tantos detalles, pero lo creáis o no, es solo el principio. Ya vendrán más adelante personajes como la bella Kitty Wu, una chica de origen asiático y el amor de su vida (aunque ella tiene poca trascendencia en la historia), o un anciano paralítico que contrata los servicios de Marc para que le haga compañía y, de paso, lo ilustra de anécdotas fascinantes y le da una nueva visión de las cosas la mar de curiosa.
Digamos que el libro podríamos partirlo en dos partes diferenciadas. La primera parte centrada en Marc, y la segunda en la vida de este viejo, pintor en otra época, donde nos remontaremos a su pasado, intercalando con los días presentes. Os adelanto que la relación de estos dos personajes no tiene desperdicio.
Esta es la historia de la búsqueda de uno mismo, de cómo la vida te sorprende y te transforma. Rara vez me he sentido tan identificado con un personaje de ficción como con el protagonista de este libro: su forma de ver las cosas, su, por momentos, sensación de abandono consigo mismo, su nostalgia por el pasado...
Los que ya habéis leído a Auster sabréis que en sus historias pasan muchas cosas y, con cada página transcurrida, te sorprende una y otra vez (a diferencia quizá de Stephen King, por mencionar a otro de mis favoritos, donde tienes que pasar muchas páginas para que ocurra algo trascendente). Es un estilo muy personal. No solo eso, además de entretener te atesora de cosas interesantes (en este libro por ejemplo me encantó la anécdota de Tesla, un personaje histórico hasta el momento desconocido para mí). No me enrollo más, tenéis que darle una oportunidad, una vez iniciado el viaje, querréis seguir leyendo más libros de este autor.
Años después, ya más mayor, y tras la muerte de su tío y única familia, por esos días va a la universidad; hasta que la falta de recursos lo obliga a abandonar la carrera que está estudiando.
Cuando se muda a un apartamento en Nueva York, vacío por completo, sin muebles, lo único que posee es una montaña de libros, la única herencia de su tío. Me hizo mucha gracia cómo decora el sitio: amontonando libros para construir muebles, como su propia cama. Sin otra cosa que hacer, se dedica a ir leyéndolos uno a uno.
Llegado un punto toma una insólita decisión: la de dejarse llevar por los vientos del azar, y en vez de pensar seriamente en su futuro, lo deja estar, "Lo que sea que esté para mí ya vendrá solo". ¿Comprendéis?
Cuando no tiene con qué pagar el alquiler, empieza a vender libros al peso (los ya leídos) y con lo poco que le dan en una librería de libros de segunda mano paga los gastos. Poco a poco los muebles-libro van desapareciendo, hasta que un buen día se queda con el apartamento vacío y, sin ninguna posesión, con tan solo la ropa puesta, abandona el que hasta el momento ha sido su hogar temporal. Sale a la calle y mira a un lado y a otro, sin saber qué dirección tomar o qué hacer a partir de entonces.
¿Qué pasa a partir de este momento? Tendréis que haceros con este libro para saberlo, siento haber contado tantos detalles, pero lo creáis o no, es solo el principio. Ya vendrán más adelante personajes como la bella Kitty Wu, una chica de origen asiático y el amor de su vida (aunque ella tiene poca trascendencia en la historia), o un anciano paralítico que contrata los servicios de Marc para que le haga compañía y, de paso, lo ilustra de anécdotas fascinantes y le da una nueva visión de las cosas la mar de curiosa.
Digamos que el libro podríamos partirlo en dos partes diferenciadas. La primera parte centrada en Marc, y la segunda en la vida de este viejo, pintor en otra época, donde nos remontaremos a su pasado, intercalando con los días presentes. Os adelanto que la relación de estos dos personajes no tiene desperdicio.
Esta es la historia de la búsqueda de uno mismo, de cómo la vida te sorprende y te transforma. Rara vez me he sentido tan identificado con un personaje de ficción como con el protagonista de este libro: su forma de ver las cosas, su, por momentos, sensación de abandono consigo mismo, su nostalgia por el pasado...
Los que ya habéis leído a Auster sabréis que en sus historias pasan muchas cosas y, con cada página transcurrida, te sorprende una y otra vez (a diferencia quizá de Stephen King, por mencionar a otro de mis favoritos, donde tienes que pasar muchas páginas para que ocurra algo trascendente). Es un estilo muy personal. No solo eso, además de entretener te atesora de cosas interesantes (en este libro por ejemplo me encantó la anécdota de Tesla, un personaje histórico hasta el momento desconocido para mí). No me enrollo más, tenéis que darle una oportunidad, una vez iniciado el viaje, querréis seguir leyendo más libros de este autor.