Hoy os traigo
uno de mis libros favoritos de mi autor favorito, valga la redundancia.
La historia comienza con
la llegada de Louis Creed, médico de Chicago,
a un tranquilo pueblo cercano a Maine, donde le han ofrecido un importante cargo como director del centro de salud. En esta nueva etapa de su vida
le acompaña su mujer Rachel y sus dos hijos Ellie y Gabe, además de Church, el gato de la familia.
El primer día nada más llegar con la mudanza,
conoce a Judson (el que será su nuevo vecino, que se acerca a saludar a los recién llegados). Un amable señor mayor
que vive frente a su casa, al otro lado de la carretera. Enseguida congenian y uno y otro inician una sana amistad.
(He de decir que este personaje me cae bien nada más aparecer en escena. Me gustan las charlas que ambos mantienen cuando se sientan en el porche del viejo al caer la tarde).
En uno de esos paseos ocasionales para reconocer el terreno,
Louis descubre una vereda a la espalda de su nueva casa
que conduce a un descuidado cementerio de animales. Según le informa su vecino Judson, esa endiablada carretera con sus pesados camiones circulando por ella día y noche se ha llevado más mascotas de las que uno podría imaginar. Cada lápida o cruz de madera tiene su historia, recuerdos amargos en la memoria de generaciones de niños que perdieron a su queridos compañeros de juego (el propio Judson rememora cuando enterró a su perro hace ya una vida).
Pero
más allá del mismo cementerio de animales, tras una valla oculta entre matojos y troncos caídos,
una especie de escalera natural asoma a lo lejos, unos peldaños desiguales que parecen ascender hasta una colina. Aunque intrigado a primera vista, decide no investigar demasiado y regresa tras sus pasos.
Unos días más tarde, ya en su puesto de trabajo, traen al centro de salud a un joven en las últimas que ha tenido un accidente, lesiones graves y la cabeza abierta derramando materia gris. Nada pueden hacer por él en su lamentable estado, pero antes de morir le susurra a Louis unas palabras al oído. Para su desconcierto y sin que se conozcan de nada lo llama por su nombre, y le advierte de que nunca se le ocurra traspasar la valla que pone término al viejo cementerio de animales, pues adentrarse más allá le traería consecuencias peligrosas.
Nuestro médico protagonista intenta restar importancia al incidente, aunque es evidente que queda impactado porque empieza a tener
pesadillas alguna que otra noche siguiente, cuando
el joven se le aparece en sueños con la cabeza abierta y lo mira con fijeza,
como queriéndolo prevenir de algo.
En un momento en el que Rachel se va con los niños de viaje por un asunto familiar, Louis se queda solo en casa (no tiene buena relación con sus suegros y opta por quedarse). Es en esos días en soledad cuando una tragedia tiene lugar.
Church, su gato, es atropellado en esa condenada carretera quitavidas. Piensa en Ellie, su hija, y el cariño tan incondicional que siente por el animal, así que para evitarle el disgusto decide quitarlo de en medio. Cuando le comenta a su vecino la desagradable situación este lo acompaña hasta el cementerio de animales, sin embargo, conmovido por su pena el viejo
Judson lo lleva más allá del pequeño camposanto, traspasando la valla y subiendo la escalera natural,
hasta un cementerio indio más antiguo todavía. Un terreno anegado de
supercherías y leyendas de las que Louis no alcanza a imaginar.
Es
justo al día siguiente, sentado en un rincón de su casa, cuando Louis
ve aparecer a Church por la puerta, sin apenas dar crédito pues él mismo lo enterró con sus propias manos (más adelante se enterará por su vecino de la maldición que pesa sobre el misterioso cementerio indio).
Por un lado se alegra, por el otro recela, pues el animal ya no parece el mismo; ahora le da por cazar pájaros y roedores y en su mirada su dueño cree ver cierta malicia.
Cuando su familia vuelve todo parece retornar a la normalidad sin que por ello su pequeño secreto tenga que ser revelado. Su hija da saltos de alegría al reencontrarse con su adorado minino, sin embargo, más adelante, no tarda mucho en decirle:
"Papá, Church huele muy raro".

¿Y esta es la trama del libro?, os preguntaréis.
No es más que el comienzo, una minucia para la vorágine de emociones que se desarrollan a continuación. No quiero desvelar futuros acontecimientos para no chafaros las sorpresas. Solo os diré que estáis ante
una de esas historias difíciles de olvidar. La viví en su momento con mucha intensidad. El ritmo es
pausado, la narración descriptiva, plagada de detalles (todos me parecieron necesarios para comprender al máximo la personalidad de cada uno de los personajes),
aunque una vez profundizas en la trama quedas enganchado a sus páginas sin parar de preguntarte cómo terminará todo.
Rara vez me da miedo una película, menos aún un libro. Y sin embargo este libro tiene
momentos de puro miedo, ideal para leer de noche (jamás se me olvidará cierto trauma que Rachel tiene de su infancia, uno de esos sobrecogedores recuerdos de la que una vez fue su hermana).
Su adaptación al cine, no siendo una gran película, sí es muy digna del género al que pertenece y bastante fiel a la obra original. Como curiosidad, el tito King explicó en su día haberse inspirado para escribir esta historia en el cuento de W. W. Jacobs "La pata del mono".
Este libro es
soberbio, para mi gusto enmarcado
entre los 5 mejores libros del autor, que ya es decir mucho. En él el estilo clásico y genuino se dan la mano, el King de sus orígenes.
Si no leyeron todavía nada de este maestro del terror y el suspense este es
el libro idóneo para iniciarse. Si por el contrario sois fans de King, Cementerio de animales es obligatorio.