Autor: Takuji Ichikawa
Páginas: 252
Año de edición: 2011
Género: Narrativa
Opinión personal
Este es de esos libros que más tiempo llevaban en mi estantería. Tras años esperando paciente a que alguien lo abriera, por fin le llegó el turno. Aún recuerdo cuando lo vi por primera vez en una tienda (tienda que ya ni existe). Vi la portada (no me digáis que no es bonita), leí la sinopsis, y sentí el impulso de llevármelo conmigo. Así, sin leer críticas ni nada, algo impropio en mí.
Pero bueno, veamos de qué va...
Un año después de la muerte de Mio, su esposo, Takkun, y Yuji, su hijo de seis años, llevan una vida triste.
Takkun es incapaz de realizar las mínimas tareas necesarias para cuidar de la casa, de Yuji y, ya puestos, de sí mismo. Vaya, creo que no he conocido un personaje tan desastre como él. El pobre se esfuerza, pero desde la muerte de su mujer no levanta cabeza. En el trabajo no rinde lo mismo, y digamos que le pasan la mano o no se lo tienen en consideración por la delicada situación que atraviesa.
Takkun es un tipo hipocondríaco como pocos personajes he conocido, débil, lleno de achaques físicos (a pesar de que es joven), inseguro, con cantidad de manías y teorías rocambolescas, despistado a más no poder... En ocasiones hasta se le pasa recoger a su hijo de determinado sitio, y el niño no se lo tiene en cuenta, pareciendo tener destellos de una madurez impropia para su edad.
En fin, tanto uno como otro enseguida te caen bien, consiguiendo que te apiades de ambos.
Tras un tiempo meditándolo, Takkun decide empezar a escribir esa novela que tiene en mente. Una novela sobre su mujer. Una manera de recordarla, para que sus recuerdos no caigan en el olvido y el día de mañana, Yuji, su hijo, sepa quién fue su madre.
El primer día de la estación de las lluvias, padre e hijo están dando un paseo por un bosque al que suelen ir algún que otro fin de semana, cerca de una vieja fábrica de sake, cuando... encuentran a Mio. Al menos la mujer es igual que ella, idéntica.
"Estremecidos, nos acercamos a ella. No teníamos miedo. Yo no era un marido que temiera al fantasma de su esposa. Temblaba porque tenía la impresión de que bastaría un leve soplo de brisa para hacerla desaparecer. Y probablemente Yuji pensaba lo mismo. No echó a correr hacia ella para abrazarla, tal vez porque de una manera instintiva era consciente de que la felicidad es huidiza.
Por otro lado, yo era un adulto sensato y no olvidaba la necesidad de encontrarle a aquel fenómeno una explicación racional."
Sin embargo, Mio no tiene recuerdo alguno de la vida o de la muerte. Ni siquiera los recuerda a ellos o sabe quién es ella misma. Takkun no da crédito, su frágil corazón aletea febril y delicado como la llama de una vela, dichoso de encontrar a su mujer. Pero ¿cómo es posible?
Los tres vuelven a casa, y Takkun, paciente, le va explicando quiénes son ellos, contándole partes de su vida, esbozando retazos del pasado. Al principio guarda las distancias con ella, dándole su espacio, pues, aunque se muere por estrecharla entre sus brazos, entiende que para Mio ellos son extraños, y necesita un periodo de adaptación.
Él, cada noche al regresar del trabajo, con el niño ya dormido, le cuenta cosas de ella, de cuando iba a la universidad, de cómo se enamoraron, de esa vida en común antes de que naciera Yuji, con la esperanza de que Mio recuerde algo.
"-Volveré pronto -le dije amorosamente.
En todas estas expresiones sencillas, como "Buenos días", "Buenas noches", "Qué rico está esto", "¿Has dormido bien?", es donde reside el amor.
Me dije que eso era lo que significaba ser una pareja.
Pero en aquellos momentos no lo comprendí."
En algún momento Takkun recuerda que su mujer, antes de morir, le prometió que regresaría para estar con ellos con la llegada de la estación de las lluvias, y, del mismo modo, al término de la estación, volvería a despedirse de ellos. Una promesa que lo inquieta y que, por miedo a perderla otra vez, le omite a Mio que murió, haciendo un pacto de silencio con el niño sobre ese tema.
En fin, es una novela que me duró muy poco, que me encantó y que me resultó conmovedora. El día a día de ellos, la historia que Takkun le cuenta a su esposa de cómo se conocieron, todo en este libro es muy especial y hace aflorar sentimientos con cada pequeño detalle.
Hay pocos secundarios, como un viejo profesor jubilado que, junto con su perro, va al parque a pasear. No se profundiza mucho en ellos, pero igualmente se hacen querer.
Si tuviese que ponerle un pero a esta emotiva historia sería el final. Es decir, la explicación al porqué de ese inesperado y alucinante regreso de Mio a la vida. Aunque es correcto y entraría dentro de lo posible (literariamente hablando), me pareció un tanto cogido con pinzas o rebuscado, hay que echarle algo de imaginación. Solo por eso no he puntuado el libro con sobresaliente. No obstante, ni siquiera esta pequeña pega ensombrece una historia tan bonita e intimista, que sin duda os recomiendo si buscáis algo cálido de ritmo pausado, con sabor a nostalgia, a tardes de lluvia, a momentos cotidianos, a miradas que hablan y caricias bajo la sábana.
"Cogidos de la mano, caminando al mismo paso, avanzaron lentamente. Parecía como si pudieran ser las dos primeras o las dos últimas personas del mundo."
Pero bueno, veamos de qué va...
Un año después de la muerte de Mio, su esposo, Takkun, y Yuji, su hijo de seis años, llevan una vida triste.
Takkun es incapaz de realizar las mínimas tareas necesarias para cuidar de la casa, de Yuji y, ya puestos, de sí mismo. Vaya, creo que no he conocido un personaje tan desastre como él. El pobre se esfuerza, pero desde la muerte de su mujer no levanta cabeza. En el trabajo no rinde lo mismo, y digamos que le pasan la mano o no se lo tienen en consideración por la delicada situación que atraviesa.
Takkun es un tipo hipocondríaco como pocos personajes he conocido, débil, lleno de achaques físicos (a pesar de que es joven), inseguro, con cantidad de manías y teorías rocambolescas, despistado a más no poder... En ocasiones hasta se le pasa recoger a su hijo de determinado sitio, y el niño no se lo tiene en cuenta, pareciendo tener destellos de una madurez impropia para su edad.
En fin, tanto uno como otro enseguida te caen bien, consiguiendo que te apiades de ambos.
Tras un tiempo meditándolo, Takkun decide empezar a escribir esa novela que tiene en mente. Una novela sobre su mujer. Una manera de recordarla, para que sus recuerdos no caigan en el olvido y el día de mañana, Yuji, su hijo, sepa quién fue su madre.
El primer día de la estación de las lluvias, padre e hijo están dando un paseo por un bosque al que suelen ir algún que otro fin de semana, cerca de una vieja fábrica de sake, cuando... encuentran a Mio. Al menos la mujer es igual que ella, idéntica.
"Estremecidos, nos acercamos a ella. No teníamos miedo. Yo no era un marido que temiera al fantasma de su esposa. Temblaba porque tenía la impresión de que bastaría un leve soplo de brisa para hacerla desaparecer. Y probablemente Yuji pensaba lo mismo. No echó a correr hacia ella para abrazarla, tal vez porque de una manera instintiva era consciente de que la felicidad es huidiza.
Por otro lado, yo era un adulto sensato y no olvidaba la necesidad de encontrarle a aquel fenómeno una explicación racional."
Sin embargo, Mio no tiene recuerdo alguno de la vida o de la muerte. Ni siquiera los recuerda a ellos o sabe quién es ella misma. Takkun no da crédito, su frágil corazón aletea febril y delicado como la llama de una vela, dichoso de encontrar a su mujer. Pero ¿cómo es posible?
Los tres vuelven a casa, y Takkun, paciente, le va explicando quiénes son ellos, contándole partes de su vida, esbozando retazos del pasado. Al principio guarda las distancias con ella, dándole su espacio, pues, aunque se muere por estrecharla entre sus brazos, entiende que para Mio ellos son extraños, y necesita un periodo de adaptación.
Él, cada noche al regresar del trabajo, con el niño ya dormido, le cuenta cosas de ella, de cuando iba a la universidad, de cómo se enamoraron, de esa vida en común antes de que naciera Yuji, con la esperanza de que Mio recuerde algo.
"-Volveré pronto -le dije amorosamente.
En todas estas expresiones sencillas, como "Buenos días", "Buenas noches", "Qué rico está esto", "¿Has dormido bien?", es donde reside el amor.
Me dije que eso era lo que significaba ser una pareja.
Pero en aquellos momentos no lo comprendí."
En algún momento Takkun recuerda que su mujer, antes de morir, le prometió que regresaría para estar con ellos con la llegada de la estación de las lluvias, y, del mismo modo, al término de la estación, volvería a despedirse de ellos. Una promesa que lo inquieta y que, por miedo a perderla otra vez, le omite a Mio que murió, haciendo un pacto de silencio con el niño sobre ese tema.
En fin, es una novela que me duró muy poco, que me encantó y que me resultó conmovedora. El día a día de ellos, la historia que Takkun le cuenta a su esposa de cómo se conocieron, todo en este libro es muy especial y hace aflorar sentimientos con cada pequeño detalle.
Hay pocos secundarios, como un viejo profesor jubilado que, junto con su perro, va al parque a pasear. No se profundiza mucho en ellos, pero igualmente se hacen querer.
Si tuviese que ponerle un pero a esta emotiva historia sería el final. Es decir, la explicación al porqué de ese inesperado y alucinante regreso de Mio a la vida. Aunque es correcto y entraría dentro de lo posible (literariamente hablando), me pareció un tanto cogido con pinzas o rebuscado, hay que echarle algo de imaginación. Solo por eso no he puntuado el libro con sobresaliente. No obstante, ni siquiera esta pequeña pega ensombrece una historia tan bonita e intimista, que sin duda os recomiendo si buscáis algo cálido de ritmo pausado, con sabor a nostalgia, a tardes de lluvia, a momentos cotidianos, a miradas que hablan y caricias bajo la sábana.
"Cogidos de la mano, caminando al mismo paso, avanzaron lentamente. Parecía como si pudieran ser las dos primeras o las dos últimas personas del mundo."