Director: Mamoru Hosada
País: Japón
País: Japón
Año: 2018
Género: Animación, Fantástico
Opinión personal
En cuanto me enteré que se estrenaba en cines, fuimos a verla enseguida (hará un par de semanas). Y es que, qué queréis que os diga, al margen del maestro Miyazaki, que es un fuera de serie, Mamoru Hosada se ha convertido en mi director de anime favorito. Me he visto todas sus pelis, y todas me han encantado. Os las recomiendo encarecidamente.
Tenéis reseña de El niño y la bestia pinchando aquí.
Pero centrándonos en su última película, Mirai, mi hermana pequeña...
Nada más empezar se nos presenta a Kun, un niño consentido de cuatro años. Esta historia la veremos desde su punto de vista. Creo que es muy difícil hacer creíble la personalidad y la visión de un niño tan pequeño, y en esta película lo consiguen con creces, pues desde los primeros minutos logra cautivarnos.
Rápidamente nos adentramos entre las distintas estancias de su casa (donde transcurre gran parte de la historia). ¡¡Y qué casa!! Me he enamorado de esa casa, se nota que el padre del niño es arquitecto.
Lo han dejado al cargo de su abuela, pero al poco llegan sus padres (se entiende que del hospital) con la hermanita de Kun, que nada más entrar por la puerta le presentan.
Ante la recién llegada, Kun es pura expectación, pues nunca ha visto un bebé. Y pronto llena la cuna de su hermanita de juguetes, pensando que podrá jugar con él.
Pero lejos de la ilusión que al principio le hacía, Kun ve cómo de un día para otro las cosas en casa cambian drásticamente. Sus padres se comportan de forma rara, ya no le prestan atención, ahora todo parece girar en torno a Mirai, que es como han llamado al bebé, consiguiendo que los celos y la envidia afloren poco a poco.
El tiempo pasa y Mirai va creciendo, y aunque Kun intenta que juegue con él, todavía es demasiado pequeña para ello. Con lo que se resigna a jugar solo, o en ocasiones con su perro.
Y este sentimiento de soledad hace que Kun desarrolle su imaginación hasta límites insospechados, creando personajes imaginarios, viviendo fantasías... De todas formas no está muy claro, la película te deja con la duda de si es imaginado o real; como por ejemplo la "versión humana" de su perro, que le pide favores, y otros más personajes, digamos, muy cercanos a él.
Aunque de entre todo este elenco de personajes curiosos, sin duda el que más protagonismo adquiere es Mirai. Pero no su hermana pequeña del presente, sino la Mirai del futuro, que viaja a través del tiempo para pedirle algo.
Si al principio Kun está tirante con ella, pues por su culpa ya nadie le hace el menor caso, pronto su hermana del futuro se gana su confianza.
No os quiero contar más, porque me gustaría que la descubrieseis y la degustarais por vosotros mismos. Nominada este año al Oscar en la categoría de Mejor película de animación, Mirai, mi hermana pequeña es toda una delicia para saborear con calma y dejarse llevar por su realismo mágico, un relato familiar y cotidiano que cuando termina te quedas con ganas de que continúe para saber qué será de estos personajes. La sencillez y la delicadeza con las que está contada hace que te quites el sombrero ante la maestría de Mamoru Hosada, un peso pesado de la animación nipona. De todas sus pelis, posiblemente esta sea la más blanca e inocente (como le pasó a Miyazaki con Mi vecino Totoro o Ponyo), y por eso es imposible que no la ames.
Pese a su corte infantil, es una historia casi poética con muchos matices, más pensada para adultos que para niños, aunque la disfrutarán todos.
Tenéis reseña de El niño y la bestia pinchando aquí.
Pero centrándonos en su última película, Mirai, mi hermana pequeña...
Nada más empezar se nos presenta a Kun, un niño consentido de cuatro años. Esta historia la veremos desde su punto de vista. Creo que es muy difícil hacer creíble la personalidad y la visión de un niño tan pequeño, y en esta película lo consiguen con creces, pues desde los primeros minutos logra cautivarnos.
Rápidamente nos adentramos entre las distintas estancias de su casa (donde transcurre gran parte de la historia). ¡¡Y qué casa!! Me he enamorado de esa casa, se nota que el padre del niño es arquitecto.
Lo han dejado al cargo de su abuela, pero al poco llegan sus padres (se entiende que del hospital) con la hermanita de Kun, que nada más entrar por la puerta le presentan.
Ante la recién llegada, Kun es pura expectación, pues nunca ha visto un bebé. Y pronto llena la cuna de su hermanita de juguetes, pensando que podrá jugar con él.
Pero lejos de la ilusión que al principio le hacía, Kun ve cómo de un día para otro las cosas en casa cambian drásticamente. Sus padres se comportan de forma rara, ya no le prestan atención, ahora todo parece girar en torno a Mirai, que es como han llamado al bebé, consiguiendo que los celos y la envidia afloren poco a poco.
El tiempo pasa y Mirai va creciendo, y aunque Kun intenta que juegue con él, todavía es demasiado pequeña para ello. Con lo que se resigna a jugar solo, o en ocasiones con su perro.
Y este sentimiento de soledad hace que Kun desarrolle su imaginación hasta límites insospechados, creando personajes imaginarios, viviendo fantasías... De todas formas no está muy claro, la película te deja con la duda de si es imaginado o real; como por ejemplo la "versión humana" de su perro, que le pide favores, y otros más personajes, digamos, muy cercanos a él.
Aunque de entre todo este elenco de personajes curiosos, sin duda el que más protagonismo adquiere es Mirai. Pero no su hermana pequeña del presente, sino la Mirai del futuro, que viaja a través del tiempo para pedirle algo.
Si al principio Kun está tirante con ella, pues por su culpa ya nadie le hace el menor caso, pronto su hermana del futuro se gana su confianza.
No os quiero contar más, porque me gustaría que la descubrieseis y la degustarais por vosotros mismos. Nominada este año al Oscar en la categoría de Mejor película de animación, Mirai, mi hermana pequeña es toda una delicia para saborear con calma y dejarse llevar por su realismo mágico, un relato familiar y cotidiano que cuando termina te quedas con ganas de que continúe para saber qué será de estos personajes. La sencillez y la delicadeza con las que está contada hace que te quites el sombrero ante la maestría de Mamoru Hosada, un peso pesado de la animación nipona. De todas sus pelis, posiblemente esta sea la más blanca e inocente (como le pasó a Miyazaki con Mi vecino Totoro o Ponyo), y por eso es imposible que no la ames.
Pese a su corte infantil, es una historia casi poética con muchos matices, más pensada para adultos que para niños, aunque la disfrutarán todos.