Autor: Robert Louis Stevenson
Páginas: 354
Año de edición: 2018
Género: Clásicos, Aventuras
Opinión personal
Llevaba bastante tiempo queriendo leer a Stevenson, uno de esos autores que siempre me han llamado la atención. Lo único que tenía claro era que mi estreno tendría que ser con La isla del tesoro, pues siempre me han seducido las historias de piratas. Así pues, por fin cayó en mis manos.
Antes de nada, señalar que esta magnífica edición de bolsillo trae al principio una especie de introducción, hablando no solo de cómo se concibió esta historia, sino también de cantidad de detalles curiosos sobre la vida de Stevenson; algunos tales como su personalidad aventurera (siempre viajando por lugares exóticos), su generosidad con los más desfavorecidos, la difícil relación con su padre (a quien le hubiera gustado que, en lo laboral, hubiese continuado con la tradición familiar), su quebradiza salud desde niño (pues el aire de su tierra natal le sentaba mal a sus pulmones), su matrimonio con el amor de su vida (una mujer americana atípica para su tiempo, varios años mayor que él y con un crío de una anterior pareja), su muerte a tan temprana edad o el legado de su obra en la literatura.
Esta parte podéis saltárosla si queréis y pasar directamente a la novela en sí. Yo preferí leerla porque me resultó de lo más interesante, ya que su vida me parece fascinante y creo que todavía hoy sigue siendo muy desconocida.
Supongo que ya muchos conocéis la historia, pero resumiéndola mucho para aquellos que no, la historia arranca en el Almirante Benbow, una posada ubicada en una zona costera. Y en este rincón de mala muerte, entre borrachos y trasnochadores, vive Jim Hawkins, un muchacho que, junto con sus padres, regenta el local. Sus días discurren tranquilos entre la barra y las mesas de la fonda hasta que, un buen día, aparece un viejo marinero acarreando un pesado cofre, y con él un codiciado secreto.
No entraré mucho en detalles, porque lo bonito es ir adentrándose poco a poco en la historia, solo os diré que de la noche a la mañana nuestro joven Jim se ve envuelto en una apasionante aventura, llegando a formar parte de la tripulación de la Hispaniola, rodeado de rudos marineros, en busca de un tesoro por el que ya antes se ha vertido sangre.
"Si la conducta de los hombres ya había sido alarmante en el bote, se convirtió en verdaderamente amenazadora al subir a bordo. Formaban grupos en cubierta, gruñendo y charlando por lo bajo. La más leve de las órdenes era recibida con una mirada malhumorada y obedecida a regañadientes, descuidadamente. Incluso los marineros leales debían de haberse contagiado, pues no había a bordo ningún hombre que pudiera corregir el comportamiento de sus compañeros. El motín se cernía claramente sobre nosotros como una nube preñada de tormenta."
Entre sus nuevos compañeros conoce a John Silver el Largo, un cocinero cojo con un loro al hombro que, a priori, aparenta ser encantador, pero que luego resultará estar lleno de sorpresas.
La segunda mitad de la historia transcurre una vez llegados a su destino: una recóndita isla.
El grupo que conocemos en la primera mitad empieza a fragmentarse y todo se complica, dando lugar a momentos de verdadera tensión. Al mismo tiempo, conoceremos más detalles sobre la isla y los misterios que aguardan en ella. Un lugar bello, de apariencia paradisíaca, y a su vez lleno de peligros.
Si tuviese que sacarle alguna pega (y tampoco puede considerarse como tal), es que vienen algunas palabras del argot marinero (como partes de un barco, denominaciones geográficas o nombres de fenómenos climatológicos), que en ocasiones me hacían parar la lectura para ir en busca de su significado. No obstante, me resultó al mismo tiempo enriquecedor. Siempre se aprende algo.
Pese a todo, ni siquiera este detalle restó ni un ápice a mi entusiasmo.
Otro detalle quizá fue que se me hizo corto. Pero hasta esto lo tomo como algo positivo, porque me dejó con ganas de más.
De La isla del tesoro me llevo a sus personajes (mis favoritos fueron el muchacho y el bueno del doctor, y el cocinero cojo, claro; un tunante de esos que, pese a su lado malvado, nos acaba conquistando), pero me llevo también, y sobre todo, ese sabor a aventura clásica que impregna sus páginas, esas aventuras en alta mar, más allá de lejanos confines, con las que nuestra imaginación volaba cuando éramos críos y que, a pesar de los años, ha vuelto a sacar al niño que llevo dentro.
Como sabéis, de esta célebre historia se han sacado cantidad de adaptaciones, pero la que más me pide el cuerpo ver ahora es la de El planeta del tesoro, de Disney, puede que la versión más libre o alternativa.
No tengáis miedo a los clásicos, que no os de pereza. Superado ese desapego inicial, descubriréis que se esconden auténticas maravillas dentro del género. Tal vez no sea muy objetivo con la nota, pero es que este tipo de aventuras sacan mi lado nostálgico. Una de esas historias que con el tiempo se recuerdan con cariño.
Antes de nada, señalar que esta magnífica edición de bolsillo trae al principio una especie de introducción, hablando no solo de cómo se concibió esta historia, sino también de cantidad de detalles curiosos sobre la vida de Stevenson; algunos tales como su personalidad aventurera (siempre viajando por lugares exóticos), su generosidad con los más desfavorecidos, la difícil relación con su padre (a quien le hubiera gustado que, en lo laboral, hubiese continuado con la tradición familiar), su quebradiza salud desde niño (pues el aire de su tierra natal le sentaba mal a sus pulmones), su matrimonio con el amor de su vida (una mujer americana atípica para su tiempo, varios años mayor que él y con un crío de una anterior pareja), su muerte a tan temprana edad o el legado de su obra en la literatura.
Esta parte podéis saltárosla si queréis y pasar directamente a la novela en sí. Yo preferí leerla porque me resultó de lo más interesante, ya que su vida me parece fascinante y creo que todavía hoy sigue siendo muy desconocida.
Supongo que ya muchos conocéis la historia, pero resumiéndola mucho para aquellos que no, la historia arranca en el Almirante Benbow, una posada ubicada en una zona costera. Y en este rincón de mala muerte, entre borrachos y trasnochadores, vive Jim Hawkins, un muchacho que, junto con sus padres, regenta el local. Sus días discurren tranquilos entre la barra y las mesas de la fonda hasta que, un buen día, aparece un viejo marinero acarreando un pesado cofre, y con él un codiciado secreto.
No entraré mucho en detalles, porque lo bonito es ir adentrándose poco a poco en la historia, solo os diré que de la noche a la mañana nuestro joven Jim se ve envuelto en una apasionante aventura, llegando a formar parte de la tripulación de la Hispaniola, rodeado de rudos marineros, en busca de un tesoro por el que ya antes se ha vertido sangre.
"Si la conducta de los hombres ya había sido alarmante en el bote, se convirtió en verdaderamente amenazadora al subir a bordo. Formaban grupos en cubierta, gruñendo y charlando por lo bajo. La más leve de las órdenes era recibida con una mirada malhumorada y obedecida a regañadientes, descuidadamente. Incluso los marineros leales debían de haberse contagiado, pues no había a bordo ningún hombre que pudiera corregir el comportamiento de sus compañeros. El motín se cernía claramente sobre nosotros como una nube preñada de tormenta."
Entre sus nuevos compañeros conoce a John Silver el Largo, un cocinero cojo con un loro al hombro que, a priori, aparenta ser encantador, pero que luego resultará estar lleno de sorpresas.
El grupo que conocemos en la primera mitad empieza a fragmentarse y todo se complica, dando lugar a momentos de verdadera tensión. Al mismo tiempo, conoceremos más detalles sobre la isla y los misterios que aguardan en ella. Un lugar bello, de apariencia paradisíaca, y a su vez lleno de peligros.
Pese a todo, ni siquiera este detalle restó ni un ápice a mi entusiasmo.
Otro detalle quizá fue que se me hizo corto. Pero hasta esto lo tomo como algo positivo, porque me dejó con ganas de más.
De La isla del tesoro me llevo a sus personajes (mis favoritos fueron el muchacho y el bueno del doctor, y el cocinero cojo, claro; un tunante de esos que, pese a su lado malvado, nos acaba conquistando), pero me llevo también, y sobre todo, ese sabor a aventura clásica que impregna sus páginas, esas aventuras en alta mar, más allá de lejanos confines, con las que nuestra imaginación volaba cuando éramos críos y que, a pesar de los años, ha vuelto a sacar al niño que llevo dentro.
Como sabéis, de esta célebre historia se han sacado cantidad de adaptaciones, pero la que más me pide el cuerpo ver ahora es la de El planeta del tesoro, de Disney, puede que la versión más libre o alternativa.
No tengáis miedo a los clásicos, que no os de pereza. Superado ese desapego inicial, descubriréis que se esconden auténticas maravillas dentro del género. Tal vez no sea muy objetivo con la nota, pero es que este tipo de aventuras sacan mi lado nostálgico. Una de esas historias que con el tiempo se recuerdan con cariño.