Director: Marc Forster
País: Estados Unidos
País: Estados Unidos
Año: 2018
Género: Comedia, Drama, Fantástico
Opinión personal
Esta es la primera película que vimos en el cine este año. Y, desde luego, no pudimos elegir mejor. Pero antes de nada, para quien todavía no sepa en qué personajes está inspirada esta película, os diré que bebe del sugerente y colorido mundo de "Winnie the Pooh". ¿Quién no conoce a este adorable personaje aunque solo sea de oídas? Ese osito de peluche al que le chifla la miel y vive en su casa del árbol.
Pero el propio Winnie, junto con sus otros vecinos del Bosque de los Cien Acres, no son sino la invención de Christopher Robin, un niño fantasioso y risueño que disfruta inventando aventuras en las que, los peluches de su cuarto, cobran vida en su dilatada imaginación. Entrañable, ¿no?
Sin embargo, y aunque siempre me llamaron la atención estos personajes animados, nunca vi estas películas. Y si intenté verlas, ya de adulto, no tuve paciencia para verlas entera. Quizá llegué un poco tarde y se me hacían demasiado infantiles.
Moniki, en cambio, sé que creció con estos dibujos, y siempre me ha hablado con mucho cariño de ellos (no es casualidad que en casa tengamos algún que otro peluche de estos personajes).
No obstante, con esta película me he llevado una gratísima sorpresa, porque lejos de lo que pueda darse a entender en el trailer, es una película interesante, con varias capas. Y aunque es para todos los públicos, creo que los niños habría cosas con las que se quedarían solo en la superficie. Es decir, está pensada para adultos, quienes más la disfrutarían, sin duda.
La historia comienza con un pequeño preludio, un flashback de aquellos días todavía inocentes y sin preocupaciones reales en los que Christopher Robin aún es niño. Pero está empezando a madurar, a dejar esa parte fantasiosa a un lado, y por ello sus amigos imaginarios deciden prepararle una sorpresa, una fiesta de despedida.
Todos sus compañeros de aventuras del Bosque de los Cien Acres están allí para reír y jugar con él una última vez.
Cuando la fiesta termina y el niño se despide (quizá sin comprender del todo la trascendencia del momento), el silencio impregna el ambiente y la nostalgia aflige sus corazones.
Pero tranquilos, esto no es sino el comienzo.
Han pasado los años, y el Bosque de los Cien Acres ya no es lo que era. Se ha vuelto un lugar más sombrío y solitario, apenas un triste recuerdo de aquellos días en los que su niño (el de todos ellos) los visitaba y llenaba sus días de frescura e ilusión.
Pero... ¿qué fue de Christopher Robin?
El niño creció y, en la actualidad, nuestro protagonista es un hombre lleno de responsabilidades. Felizmente casado y con una hija pequeña. Aunque... ¿realmente es feliz? Su día a día es estresante, su rutina apenas casi le deja tiempo para estar con su familia. Acosado por un jefe entrometido y exigente que no lo deja ni a sol ni a sombra, rebaña horas del día con tal de sacar beneficios para la empresa en la que trabaja.
Un día, cansado, inmerso en sus propios dilemas, llega hasta un parque y se reencuentra con un personaje de su niñez más temprana que creía ya olvidado.
Al parecer, las cosas en el Bosque de los Cien Acres no van muy bien, y Winnie The Pooh viene al mundo de Christopher Robin en busca de su amigo, sin llegar a imaginar lo que este ha cambiado, física y mentalmente.
Y aunque en un primer momento convence a Christopher, tras unas horas paseando por este lugar imaginario, recordando viejas historias, luego este regresa a su vida real. De vuelta a sus verdaderos problemas, a aquello que de verdad urge resolver. Lo último que necesita ahora son tonterías y desvaríos infantiles... O eso cree él.
Pero el ingenuo y bonachón osito, acompañado esta vez por algunos de sus amigos de peluche, no se dará por vencido. Y en su búsqueda de ayuda, sin darse cuenta ayudará a su niño (ya hombre) a recordarle lo de verdad importante.
Bueno, qué os puedo decir de esta preciosa historia. Si os digo que me encantó me quedo corto. Y me llegó al alma básicamente por una razón. El mensaje que transmite, o la idea tan interesante de la que parte la película.
Por un lado eso de... ¿qué pasa con esos seres imaginarios una vez que el que los imagina deja de imaginarlos, y decide ocupar su mente en otras cosas más "provechosas", grises y terrenales? Es algo que siempre me ha fascinado.
Por el otro, ese mensaje, o más bien alegato, que defiende la idea de no perder nunca a ese niño que todos llevamos dentro. Algo que, a veces de forma intencionada, otras sin darme cuenta, yo mismo he impregnado de forma subliminal en las propias historias que escribo.
El diseño de los personajes y su animación son alucinantes. De lo mejorcito que he visto nunca en este tipo de efectos. Y cada personaje en sí enamora. Cada uno de ellos representa distintos aspectos de la personalidad de Robin cuando era niño (el osito Winnie es la inocencia; Ígor, el burrito, la tristeza; Piglet, el cerdito, el miedo; Tigger, el tigre, la impulsividad o el afán de jugar...). Todo está hecho con mucha delicadeza, ese regreso del adulto a su mundo interior de cuando era niño resulta entrañable y cargado de mucha nostalgia. Y Winnie, el alma de la peli, tiene unos golpes, una inocencia, que muchas veces sus frases o contestaciones aparentemente tontas están cargadas de sabiduría. Solo hay que saber mirar más allá.
Insisto, una película fantástica pensada para adultos que en más de una ocasión os tocará la fibra. En mi caso, parte de este soñador que aquí leéis se ha quedado en ese Bosque de los Cien Acres, mágico lugar de ensueño.
Moniki, en cambio, sé que creció con estos dibujos, y siempre me ha hablado con mucho cariño de ellos (no es casualidad que en casa tengamos algún que otro peluche de estos personajes).
No obstante, con esta película me he llevado una gratísima sorpresa, porque lejos de lo que pueda darse a entender en el trailer, es una película interesante, con varias capas. Y aunque es para todos los públicos, creo que los niños habría cosas con las que se quedarían solo en la superficie. Es decir, está pensada para adultos, quienes más la disfrutarían, sin duda.
La historia comienza con un pequeño preludio, un flashback de aquellos días todavía inocentes y sin preocupaciones reales en los que Christopher Robin aún es niño. Pero está empezando a madurar, a dejar esa parte fantasiosa a un lado, y por ello sus amigos imaginarios deciden prepararle una sorpresa, una fiesta de despedida.
Todos sus compañeros de aventuras del Bosque de los Cien Acres están allí para reír y jugar con él una última vez.
Han pasado los años, y el Bosque de los Cien Acres ya no es lo que era. Se ha vuelto un lugar más sombrío y solitario, apenas un triste recuerdo de aquellos días en los que su niño (el de todos ellos) los visitaba y llenaba sus días de frescura e ilusión.
El niño creció y, en la actualidad, nuestro protagonista es un hombre lleno de responsabilidades. Felizmente casado y con una hija pequeña. Aunque... ¿realmente es feliz? Su día a día es estresante, su rutina apenas casi le deja tiempo para estar con su familia. Acosado por un jefe entrometido y exigente que no lo deja ni a sol ni a sombra, rebaña horas del día con tal de sacar beneficios para la empresa en la que trabaja.
Un día, cansado, inmerso en sus propios dilemas, llega hasta un parque y se reencuentra con un personaje de su niñez más temprana que creía ya olvidado.
Pero el ingenuo y bonachón osito, acompañado esta vez por algunos de sus amigos de peluche, no se dará por vencido. Y en su búsqueda de ayuda, sin darse cuenta ayudará a su niño (ya hombre) a recordarle lo de verdad importante.
Por un lado eso de... ¿qué pasa con esos seres imaginarios una vez que el que los imagina deja de imaginarlos, y decide ocupar su mente en otras cosas más "provechosas", grises y terrenales? Es algo que siempre me ha fascinado.
Por el otro, ese mensaje, o más bien alegato, que defiende la idea de no perder nunca a ese niño que todos llevamos dentro. Algo que, a veces de forma intencionada, otras sin darme cuenta, yo mismo he impregnado de forma subliminal en las propias historias que escribo.
Insisto, una película fantástica pensada para adultos que en más de una ocasión os tocará la fibra. En mi caso, parte de este soñador que aquí leéis se ha quedado en ese Bosque de los Cien Acres, mágico lugar de ensueño.